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Channel: ensayo clínico – La Ciencia y sus Demonios

¡Sanitarios de Bogotá y Madrid infectados por el coronavirus serán “tratados” con lejía por vía oral!

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En estos momentos en los que medio mundo pide casi a gritos un tratamiento frente a la pandemia del coronavirus los nuevos/viejos chamanes de siempre también quieren aportar su granito de arena, aunque como en este caso sea para poner más en peligro si cabe la vida de los pacientes.

El “Suplemento Mineral Milagroso“, más conocido por sus siglas MMS es una solución similar a la lejía industrial que fue inventada en el años 2006 por un tal Jim Humble, personaje que aúna una colección más que variada de distintas supercherías: antivacunas, cienciólogo y que dentro de su delirios afirma ser ser un dios con una edad de mil millones de años que vino a la Tierra desde la Galaxia de Andrómeda.

Este personaje, y sus seguidores en medio mundo como el labriego convertido en “experto” sanitario Josep Pamiés o la monja licenciada en Medicina Teresa Forcades, llevan vendiendo el MMS desde hace décadas como un remedio capaz de curar todas las enfermedades conocidas (gripe, SIDA, infección por el ébola, la hepatitis C, la difteria, el cáncer o incluso el autismo) y ahora también las nuevas, aunque el principal efecto del MMS es una intoxicación grave que ha llevado a la muerte de varios de los crédulos que se atrevieron a beber el mencionado veneno. Por ello, diversos organismos como la FDA estadounidense o el Centro de Información sobre Venenos de Nueva Gales del Sur en Australia han alertado del peligro que conlleva su uso.

Pues bien, estos peligrosos chamanes quieren ahora ensayar la posible eficacia de esta lejía en pacientes graves de coronavirus, tal y como lo atestigua un ensayo clínico que acaba de ponerse en marcha. En Colombia, una desconocida “Fundación Génesis” va a dar de beber lejía en forma de MMS a 20 pacientes de coronavirus. Lo llamativo del caso es que estos pacientes son

personal sanitario con infección activa por COVID-19, de varios centros de atención médica y hospitales de las ciudades de Bogotá, Colombia y Madrid, España.

y que fueron los mismos sanitarios/pacientes los que se propusieron de forma voluntaria como sujetos de este disparatado “estudio”.

Dejando de lado que un “ensayo clínico” tan chapucero como este, sin grupo de control y con tan solo 20 participantes no puede dar ningún resultado creíble, el hecho de que personal sanitario enfermo se administre voluntaria y conscientemente un producto que ha sido claramente definido por las autoridades sanitarias como peligroso y hasta letal, simplemente por creerse las patrañas de iletrados científicos, debería hacer tomar medidas a las autoridades sanitarias colombianas y españolas ante unos individuos que están demostrando su incapacidad profesional mediante un comportamiento tan estúpido como peligroso.

 

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Malgastar dinero en un proyecto de investigación chapucero para estudiar la existencia de los milagros ¡todo un record!

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Uno de los mayores errores que puede cometer un investigador en dedicar sus siempre escasos recursos y su limitado tiempo en estudiar hipótesis que contravienen frontalmente todo el conocimiento científico previo. Y si además lo hace en tiempos de crisis, y jugando además con las esperanzas de enfermos graves, su comportamiento carece de la más mínima ética profesional. Y agárrense porque el asunto que nos ocupa no puede ser más ridículamente esperpéntico.

Un acreditado especialista cardiaco de Kansas City acaba de inscribir un estudio en “ClinicalTrials.gov“, entidad que aunque pertenece al prestigioso NIH estadounidense es simplemente una base de datos informativa de los estudios clínicos que se están llevando a cabo o se van a realizar en todo el mundo. El NIH no tiene control alguno sobre estos estudios ni los evalúa de ninguna manera, simplemente los inscribe a partir de la información que envían los organizadores, los cuales buscan y/o consiguen financiación pública y/o privada al margen del propio NIH. Es por ello que la responsabilidad y el acierto o la pérdida de tiempo y dinero sólo es responsabilidad de los organizadores de cada ensayo clínico en particular, en este caso el “Kansas City Heart Rhythm Institute”.

Cómo un centro médico, especializado en enfermedades cardiacas, va a dedicar parte de sus recursos a estudiar la posible relevancia de la oración sobre la morbilidad y la mortalidad de pacientes de COVID-19 en situación de extrema gravedad es todo un misterio para mí, con la única salvedad que quizás los organizadores no comprenden muy bien la importante diferencia entre coronario y coronavirus.

Pero vayamos al ensayo clínico en sí, en el que se están seleccionando de manera aleatoria dos grupos de 500 pacientes de COVID-19 ingresados en unidades de cuidados intensivos estadounidenses. Los integrantes del grupo de control recibirán el tratamiento que consideren oportunos sus respectivos médicos, mientras que los otros 500 enfermos serán tratados también convenientemente desde el punto de vista sanitario pero serán objeto adicional de oraciones por su mejoría clínica y su salud. Como dioses hay muchos, y nuestros investigadores parecen no saber cuál de ellos es el realmente verdadero o quien será más receptivo a las súplicas humanas han decidido hacer cinco grupos iguales de repcetores de oración: budismo, cristianismo, hinduismo, islam y judaísmo. Los investigadores kanseños analizarán después los historiales clínicos en busca de diferencias en mortalidad y/o recuperación médica del millar de pacientes en relación con las súplicas específicas recibidas.

Dejando de lado el absurdo y el dispendio de montar un ensayo clínico con mil pacientes (algo por cierto nada obvio ni sencillo) para detectar si entidades solo existentes en la fértil y más que disparatada imaginación de algunos humanos (tal y como han demostrado los más variados estudios de antropología, biología evolutiva, neurociencias, psicología, psiquiatría y hasta de historia), lo primero que debería preocupar es la ética en la selección de los pacientes.

Según el protocolo previsto los criterios de inclusión en este ensayo son tres: personas mayores de edad, que hayan dado un positivo confirmado para COVID-19 y aquí viene el tercer criterio y quizás el más peliagudo, que sean pacientes ingresados en las UCIs. Imaginen la situación, la UCI del Hospital Presbiteriano de Kansas City tiene un par de docenas de enfermos muy graves por COVID-19, ya que por estar en este tipo de instalaciones están luchando por su vida. Aparece un médico adscrito al ensayo clínico (o peor aún, un médico de esa misma UCI que ha aceptado la labor de búsqueda de pacientes para el ensayo a cambio de un generoso estipendio) enfundado en su traje protector (¡qué para eso es uno de los mejores hospitales del Medio Oeste!) y empieza a hablar con el primero de eso pacientes cuyos síntomas son fuerte tos, importante dificultad para respirar, fiebre alta junto con algunas otras patología previas (diabetes, hipertensión, enfermedad renal crónica o asma), con el agravante de algo todavía mucho más peligroso: insuficiencia respiratoria hipoxémica que es

una hipoxemia arterial grave refractaria al tratamiento con suplemento de oxígeno. Está causada por un cortocircuito intrapulmonar de sangre por colapso u ocupación del espacio aéreo. Los hallazgos incluyen disnea y taquipnea. El tratamiento casi siempre requiere ventilación mecánica.

El médico le indica al paciente que está reclutando voluntarios para un nuevo ensayo clínico frente al coronavirus, que cumple todos los requisitos y que si acepta podrá entrar inmediatamente en el estudio. Los ojos del paciente brillan llenos de esperanza y gratitud, puesto que entiende que, aunque no hay tratamiento específico alguno para su enfermedad, el hecho de que el ensayo clínico se esté realizando significa que habrá alguna prueba que ese nuevo procedimiento o medicamento puede combatir esa infección que le está carcomiendo los pulmones. Como no puede casi hablar por encontrarse intubado asiente maravillado a la espera de más información. Y aquí nuestro médico (que es muy profesional) pasa a explicarle en primera instancia que al ser un ensayo clínico de doble ciego puede que el azar le incluya en el grupo de control y que nadie lo sabrá hasta que el estudio concluya. Esta posibilidad entristece un poco a nuestro paciente, pero como buen primate que lleva a sus espaldas miles y miles de años de especismo humano se convence rápidamente en que va a tener suerte y seguramente caerá en el grupo del tratamiento, total tiene un 50% de probabilidades y él es un hombre de suerte. No por nada hace unos años en la fiesta del ganado del condado de Wichita le tocó en la tómbola de la parroquia un hermoso gorrino y hace unos meses además consiguió un premio de 1.000$ en la lotería estatal. Porque desgraciadamente así funciona la mente humana, haciendo esas delirantes conexiones mentales para justificar lo que no es más que puro azar.

Llegados a este punto nuestro doctor pasa a explicar la mecánica del ensayo para esa afortunada mitad en la que nuestro paciente “sabe” ya que estará incluido. Lo primero es que no se probará ningún medicamento (ni siquiera la famosa cloroquina que Trump dijo que mataba al virus, algo que nuestro paciente como buen kanseño y votante del republicano estado del girasol la tomaría a puñados y con los ojos cerrados) ni tampoco ningún nuevo y avanzado procedimiento médico, algo que deja un poco perplejo a nuestro desesperado paciente. En cambio el médico, con voz muy profesional, informa al sujeto que lo que se va a estudiar es el posible papel de la oración sobre su enfermedad. Imaginen la cara del paciente, tanta historia para algo que ya están haciendo ¡y gratis! toda su cristiana familia (y de paso también el resto de la congregación de baptistas del quinto día a la que pertenece) desde el mismo día que empezó a tener los primeros síntomas virales. Pero bueno, como los designios de Dios son inescrutables, nuestro paciente sigue adelante ya que por lo menos todo esto servirá para mayor gloria del Señor y que esos malditos ateos comprendan de una vez por todas el infinito poder de Jesucristo.

Cuando el médico comenta que sólo 100 elegidos recibirán las oraciones cristianas, las únicas y verdaderas a los piadosos ojos de nuestro paciente, y que los otros 400 sujetos del estudio serán objeto del rezo por parte de otras religiones, nuestro paciente típico de las llanuras del Medio Oeste seguramente empezará a hiperventilar (si pudiera con tanto aparataje al que se encuentra conectado) y se acercará muy peligrosamente al borde del infarto porque pensará

¿qué narices es eso de que unos musulmanes sospechosos de terrorismo, unos judíos con tirabuzones, unos adoradores del dios elefante y los seguidores de un orondo con orejas grandes hagan una herejía para que un verdadero cristiano se cure? Lo mismo acabo en el infierno para toda la eternidad si Jesucristo nuestro señor ve que me mezclo con esa panda de idólatras e impíos antiamericanos. Si salgo de esta dudo entre demandar a estos malditos herejes con bata o volver al hospital con mi fusil de cazar ciervos y terminar de una vez por todas la obra del Señor.

Y aunque la población de Kansas es mayoritariamente cristiana también hay un 20% de no creyentes que en esos momentos de gravedad extrema pueden indignarse por ese estúpido estudio cuando ellos se están jugando la vida. Y lo mismo los escasos musulmanes, judíos, hindués o budistas que también viven en ese estado y que pueden sentirse ofendidos (porque ya sabemos que una de las principales características de todo creyente es su poca tolerancia a la blasfemia proveniente de otras religiones). Y no digamos ya nada de los preocupados familiares de los enfermos. En resumen, toda una bomba de relojería religiosa a punto de estallar en los hospitales que se adhieran a semejante estupidez clínica.

Pero dejando de lado las cuestiones éticas y religiosas, es que encima este ensayo clínico tiene tales limitaciones que ni siquiera podría detectar la supuesta influencia del rezo en la salud de los pacientes. Señalaré con un ejemplo uno de los principales fallos de este estudio y dejo a la reflexión de los lectores el añadir alguno más. Imaginemos una empresa farmacéutica que presenta un ensayo clínico para probar 5 anticancerígenos ligeramente diferentes entre sí a la manera del estudio de la oración antes indicado. El problema es que en el mercado ya hay otros también muy similares y se sabe que un número indeterminado pero bastante alto de los pacientes a enrolar en el estudio pueden estar tomando ya, en diferentes dosis además, alguno de estos medicamentos. ¿Sería posible sacar algún tipo de conclusión? es más ¿no serían despedidos los responsables de este chapucero ensayo clínico en cuanto alguien con un poco de criterio se diera cuenta del absurdo de estudiar a mil enfermos que no se sabe qué tipo de antitumorales y en qué cantidades están tomando cada uno de ellos?

En resumen, todo un ejemplo de lo que no hay que hacer en biomedicina. Pero ese es el poderoso efecto de la religión, que es capaz de anular cualquier atisbo de raciocinio entre aquellos que caen de alguna manera en sus garras.

 

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